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Mi tío Tito, ante la imposibilidad de tener propiedades en la realidad, se hizo propietario de un pueblo entero en sus cuentos, en dónde pasaban todas las historias que inventaba.
Igualmente no era dueño de todo el pueblo, solo de algunas casas y locales, para que los vecinos imaginados de sus cuentos, no lo acusaran de magnate o de rico.
Tenía un campo en sus cuentos, un día estaba cultivado de maíz y otros de girasoles y la mayoría de las veces, de flores rojas y amarillas.
En el pueblo de mi tío Tito, el de las páginas, no había gente viviendo en las calles y no tenían iglesias.
Nos regaló en sus cuentos, una casa amarilla, pequeña que se transformaba en hogar, muy parecida a la que ya teniamos en la realidad, pero igualmente, agradecimos el gesto de incluir nuestra casa y sus historias acostumbrada a las guitarreadas de patio y amaneceres de gallo cantando que la destacara, en su literatura.
Le puso como nombre Odiseo, porque decía que también hay una aventura, en quedarse a habitar un hogar o un amor.
El pueblo era pequeño y gigante según el deseo de mi tío Tito y de vez en cuando habían diferentes cataclismos a saber: Cayó un meteorito y se quedó a vivir. Una tormenta de abajo para arriba y un huracán de suspiros, una tarde.
La biblioteca era grande y no había tampoco institución bancaria, los billetes eran de altas denominaciones, así que como en la realidad, la gente del pueblo imaginados, los veían de vez en cuando, pero si practicaban el trueque, un poema podía salir dos atados de remolachas y una docena de naranjas, un abrazo largo.
Mi tío se murió, un día jueves, mi madre nos hizo saber que en realidad se había mudado para siempre a su pueblo y que no regresaría y si lo hacía, nos dariamos cuenta porque el jardin aparecería regado o porque los perros aullaran sin sentido en la noche.
Se llevó su peral y allá está vivito o muertito, da lo mismo, pero en su pueblo, que le pertenece, en donde tiene bastante propiedades, bueno no tantas, porque algunas heredamos nosotros, de tanto leer sus cuentos, otro trueque.